Los Campos de Níjar de Juan Goytisolo

Una tarde del verano pasado, deambulando por las playas y los campos de Almería, una persona del lugar recordaba un libro sobre Níjar que había escrito «un señor de Barcelona». El señor de Barcelona en cuestión era Juan Goytisolo y su interminable ruta hacia el sur.

La edición de Campos de Níjar de Galaxia Gutemberg

Juan Goytisolo viajó por primera vez a la costa de Almería cuando todavía no se había puesto de moda este lugar sin sombras. Las playas eran las mismas, el mar bañaba hermosamente una costa escarpada igual que ahora, pero entonces toda la provincia vivía ensimismada y sola las promesas de su belleza.

Mi experiencia de la costa de la Almería actual se extiende desde los profundos sabores de las gambas de la Garrucha hasta el infinitesimal grano de arena de una playa muy limpia. Curiosidad turística la que nos lleva a saborear los placeres del sol y de la tierra, y también la curiosidad por lo que nos parece desconcertante. Ahí están, por ejemplo, los recuerdos de Tabernas por su pasado cinematográfico. El Spaguetti Western colocó este escenario en un mundo ficticio, y un fingido vaquero cabizbajo atrae nuestra atención sobre su drama de lo imposible. Aunque rememorar pueda parecernos un fenómeno de antropología, fuera ya de los focos de la cinematografía, el conjunto del parque temático que todavía queda me recuerda más a los hombres y mujeres del circo bajo su carpa.

Comparto la narración de la hermosura del desierto de Juan Goytisolo en Campos de Níjar (publicado en 1960), meticulosidad descriptiva del viajero ensimismado. Los recuerdos y las sensaciones, y el análisis descarnado de unas gentes y unos pueblos sumidos en el abandono.  Sin duda, el lugar ha cambiado, pero persiste la esencia y alguna contradicción con las veleidades actuales. Dice Goytisolo: «En Almería, cuando se menciona Carboneras, la gente toca madera y se santigua. Supersticiosamente muchos evitan pronunciar el nombre y hablan del pueblo en perífrasis: ese puerto que queda entre Garrucha y Agua Amarga, ese sitio que no se puede decir…»

Juan Goytisolo, «el autor necesario», leo en Lecturalia, Siempre necesitaremos escritores subversivos, aunque luego se marchen agotados por el esfuerzo de la vida.

 

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