El otro día leía en un foro sobre literatura la enorme cantidad de comentarios que habían generado una palabras de Eduardo Mendoza sobre Frank Kafka. El escritor barcelonés dijo durante una conferencia titulada Teoría general de la novela: balance trimestral que el autor de la Metamorfosis no era un buen escritor. Mendoza cree que se debe «rehacer la narrativa» y defiende una manera de escribir novelas al estilo clásico, entrando en la historia suavemente, sin contar todo el sentido de la novela en las primeras frases, como -dice Mendoza- hacía Kafka. «Si explicas todo al principio, el resto del texto pierde el sentido». Eterno dilema este de la teoría general de la novela. Todos sabemos que los estantes particulares y los de las librerías están llenos de sorpresas literarias que no se adaptan al saber hacer del escritor como es debido. Metarmorfosis, o El Proceso son un buen ejemplo. De todas formas, el buen literato, el autor perfecto de novelas más sencillas de leer se hace rápidamente con las simpatías de los lectores, que caen sin remedio (y voluntariamente) entre las redes bien estudiadas de una novela escrita según los cánones establecidos y clásicos. Pelea de gatos la última novela de Eduardo Mendoza y Premio Planeta de 2010 introduce al lector en la historia a través de la presentación de su personaje protagonista, Anthony Whitelands, un inglés especializado en pintura española que viaja a Madrid durante la primavera convulsa de 1936. A través de la mirada extranjera de Anthony, Mendoza retrata los meses inmediatamente anteriores a la Guerra Civil. Curiosamente esta época no ha sido muy novelada hasta ahora, así que tenemos una buena oportunidad de entrar en aquel momento complicado que finalizó con una guerra y luego con una de las dictaduras más largas del mundo civilizado. Pero Riña de Gatos no es una historia triste. Eduardo Mendoza utiliza uno de sus mejores recursos: el sentido del humor y la intriga. El autor ha planteado dilemas morales al lector y ha preparado peleas políticas, disertaciones sobre el arte y una investigación policial.
Me quedo con una afirmación que he oído decir a Mendoza sobre su hecho de escribir: «Siempre escribo libros para ver cómo finalizan».