Dicho sea de paso, podemos aprender grandes cosas sobre cine y sus curiosidades leyendo a Marcos Ordónez. Por ejemplo, ¿Saben cuántas actrices del celuloide norteamericano, estrellas del firmamento y mitos eternos han pasado por las aulas de las universidades o escribieron sesudos artículos en la prensa de su país? Muy pocas.
Pero me pareció increíble descubrir hace tiempo en este artículo que Conchita Montes, (aquella actriz atípica que conocí gracias a mi madre y a los ciclos temáticos de cine que emitía TVE) había sido la creadora del clásico Damero Maldito, y que, además, había trabajado como traductora, empresaria y directora de escena. La mejor intérprete de su marido, Edgar Neville, (según Eduardo Haro Tecglen) fue también una de las primeras universitarias españolas (licenciada en Derecho y estudiante de Hispánicas en el Vassar College de Poughkeepsie, en Nueva York, en los años treinta). Una de las cabezas más lúcidas del cine español de la postguerra, sin duda. En esta línea de descubrimientos, me detengo un rato para comentar un libro que publicó Marcos Ordoñez hace un par de años.
En Un jardín abandonado por los pájaros (Aleph Editores), nos sumergimos en el mundo interior de la historia reciente de Barcelona. Y cuando digo reciente, me refiero a la del siglo XX y un poco más allá. Ordoñoz relata minuciosamente la vida de una família vista a través de los ojos de un niño, él mismo y su propia família. Y ¿Dónde reside el interés para todos de la historia de una família en particular? Además del placer con el que el escritor mece las palabras para narrar escenas costumbristas de lo más cotidianas, también porque la descripción cercana de hechos conocidos la convierten en una visión de la historia muy interesante.
Los abuelos, los tíos, los padres. Las vidas que le relató la madre en un compendio detallado de los entresijos de una família. Un jardín abandonado por los pájaros es también la historia común, la que va más allá de un siglo. Marcos Ordoñez tuvo que novelar en esta autobiografía ante la necesidad de llenar algunas lagunas. Había hechos que no recordaba, por razones de edad. Pero la crónica social de una época vista con los ojos de un niño curioso, un adolescente crítico y un adulto con alma de periodista, es suficiente para conocer de cerca a personas que siempre han quedado para la mayoría relegados en las referencias sociales del papel. Pocos pueden explicar de primera mano, por ejemplo, la escena de una Raquel Meller entrada en carnes (y en años) abriendo la puerta de su casa en bata al pequeño Marcos y su abuela. Aquella soñolienta señora mayor nacida en Zaragoza, regresó a Barcelona después de triunfar y llenar multitud de veces el Olympia de París y otros teatros míticos de medio mundo.
Muchos de los años de Marcos Ordoñez (como los de tantos otros) se han desarrollado en una sociedad opresiva y oprimida, en un país oscuro y ensimismado. Pero, a pesar de la soledad y la derrota, en aquel el jardín abandonado por los pájaros también cabían los sueños y la ilusión en el futuro.