Cuando el padre de Siri Hustvesdt murió dejó como herencia a sus cuatro hijas unos papeles en los que había escrito su biografía. Inmigrante noruego en el medio oeste norteamericano, luchó en África y Filipinas durante la Segunda Guerra Mundial. Con el trasfondo verídico de estos documentos, Hustvesdt construye en Elegía para un americano (Anagrama / Empúries) una historia llena de personajes y vidas cruzadas, traumas sin resolver, sueños clarividentes, soledades y misterios para investigar. Es curioso como Hustvesdt utiliza las experiencias familiares para dar forma a su tercera novela. Sin embargo, asegura que no es autobiográfica. La autora neoyorquina, nacida en Minnesota, ha escogido como protagonista y narrador la voz de un hombre, el psiquiatra Erik Davidsen, que comparte con su hermana, Inga, la curiosidad por saber quién era en realidad el padre. Esperan descubrirlo a través de los numerosos documentos que su progenitor les ha dejado en perfecto orden de revista. Paralelamente, Erik se enamora de su inquilina, Miranda, diseñadora y madre de una hija de cinco años. Inga, mientras tanto, descubre quién era en realidad el marido que la acaba de dejar viuda. Por cierto, que la Inga ficticia comparte con la autora algunos problemas neurológicos, como la migraña, y un marido escritor. Leer Elegía para un americano es una buena excusa para curiosear sin escrúpulos en las vidas privadas de los neeoyorquinos más selectos. Podemos oír la música que escuchan, los paisajes que miran o las conversaciones privadas de médicos, artistas, madres de familia o intelectuales liberales. La vida y la muerte, muy al estilo de Woody Allen, se mezclan en la más intensa de las novelas de Siri Hustvesdt. (Las anteriores son El hechizo de Lily Dahl y Los ojos vendados, Circe). Hustvesdt se preocupa mucho por ofrecer al lector descripciones detalladas de los protagonistas, sus gestos y movimientos, su belleza y sus pensamientos. Se nota también una necesidad intangible de no perder el equilibrio y el bienestar cálido de una ciudad que se sabe el centro del mundo. La misma Siri Hustvest es una mujer de metro ochenta, esbelta y con una estética nórdica que le da un halo de hada buena. Ella y su marido, Paul Auster, uno de los escritores americanos más admirados en Europa, viven juntos en una glamurosa casa de tres plantas situada en uno de los barrios más prestigiosos de Brooklyn. La realidad y la ficción no siempre tienen que ir por caminos paralelos, pero leer a Siri Hustvesdt deja ese regusto de sibaritismo intelectual neoyorquino que también esperamos encontrar en las obras de Auster.