Contaba Luis García Montero en Infolibre : «He venido a Barcelona para escuchar», y en su viaje desde Madrid rememoraba que «Gustavo Adolfo Bécquer descubrió la velocidad del mundo al subirse como periodista a un tren».
Luis García Montero se subió al tren para hablar sobre Federico García Lorca y en su artículo Estar en Barcelona recordaba dos versos de Poeta en Nueva York: «Yo denuncio a toda la gente/ que ignora a la otra mitad».
Un poeta habla sobre un poeta, y el laberinto deja de ser laberinto para llegar hasta Teseo y sus símbolos. ¿Cuantas veces puede uno encontrar el ovillo lúcido que nos guíe hacia ese enclave único? Muy pocas veces. Por eso quiero venir aquí a dar testimonio de ese encuentro, para no olvidar que todavía podemos ser capaces de reunirnos alrededor de una mesa para hablar sin condiciones.
«Días lorquianos en Barcelona». Días de noviembre, tumultuosos y locos. Y entonces encontramos esa voz que nos dice que todo sigue allí, inmutable y único. La voz del poeta.
Somos, en esencia, aquello que leemos y bajo esta premisa García Montero rastrea en Un lector llamado Federico García Lorca las lecturas juveniles del poeta, las que fueron sus referencias y su guía. Victor Hugo leído por su madre, Ibsen, Maeterlinck, Juan Ramón Jimenez o Unamuno. Esas referencias habían estado siempre en todos aquellos poemas que nos persiguen.