¿Por qué las cosas dejaron de ser como pensábamos que iban a ser siempre?. ¿No es esa una de las intrigas más grandes? ¿Por qué se acabó aquella amistad de la adolescencia que imaginábamos eterna? ¿A qué se debió aquel comentario que nos cayó encima como una losa? ¿Por qué no se nos ocurrió preguntar en su momento y permitimos que la duda se instalara para siempre en nuestra memoria?
La incertidumbre invade nuestras vidas y su peso se multiplica con el paso de los años. Por eso solemos esforzarnos en olvidar aquello que no conseguimos comprender. Muchas veces lo conseguimos, y nos centramos en resolver las pequeñas cosas cotidianas que nos impelen hacia adelante.
Pasado y presente. Nos quedamos suspendidos el aire, intentado convencernos de que nada es importante, cuando, en realidad, sufrimos lo indecible por llegar a la perfección. Pero nada es perfecto y la vida se nos pasa sin remedio en el intento. Qué inspirador y revelador me ha parecido este pequeño-gran libro de Julian Barnes, El sentido de un final (Anagrama). Como un clavo ardiendo en el centro de la historia, el suicidio del amigo adolescente, como prueba irrefutable del sagrado libre albedrío.
Era el más listo, el más locuaz, el más atrayente, el que tenía mejores perspectivas de futuro, y decidió él mismo sobre su vida y su derecho a la perpetuidad. Esta historia de Barnes me ha recordado mucho idea de la Náusea de Sartre o la esencia de las novelas de Camus o la decisión final y definitiva de Cesare Pavese, aquel solistario en las colinas del Piamonte observando el lado trágico de la vida desde su atalaya.
Pavese dejó una nota en la que decía: «Perdono a todos y a todos pido perdón».
Pero el Adrian de Barnes, el amigo de Tony Webster, no se muestra tan compasivo, ni magnánimo. Este final es mucho más descriptivo y vehemente, como corresponde a su juventud, y deja escrito en un diario, casi matemáticamente, su trágico final». En su perplejidad, la madre de Tony Webster, al enterarse de la noticia, comenta: «si no hubiera sido tan inteligente»…
Pasados los años y, sumergido en su vida anodina pero placentera, Tony se sorprenderá preguntándose sobre algunas incognitas y esperando algunas respuestas, las que corresponden a la sencilla y a la vez enrevesada condición humana.
El libro de Barnes es esclarecedor y magnífico.
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«la incertidumbre » ¡ qué razón tienes! Hay lectores que se sienten frustrados cuando el autor no remata, tal vez porque la vida es así, y el desasosiego no nos gusta en la ficción, no queremos hilos sueltos, no? Uno de los libros que más he disfrutado y que aún me tiene dando vueltas 🙂
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