¿Puede la belleza provocar lo peor de nosotros mismos? La belleza exigente, hierática. Imponente presencia. La naturaleza elevada a su máximo estado: el sublime.
El joven Mizoguchi es el protagonista de El Pabellón de oro, de Yukio Mishima. Basada en la historia real de un joven monje budista que provocó el incendio del Pabellón Dorado del templo Kinkaku-ji, en Kioto, la historia es el itinerario mental que pudo llevar al novicio a su determinante decisión.
La tartamudez había aislado a Mizoguchi en su mundo interior, al ser incapaz de expresar sus pensamientos y sus sensaciones. Así que los jardines del monasterio de Rokuon, de la escuela zen, antigua mansión del mecenas de las artes Yoshimitsu, que albergaba en su interior el Pabellón de oro, un paraíso para los sentidos, se había convertido también en un muro impenetrable. ¿Cómo podría él contemplar la gran belleza si era incapaz de alabarla?
«No exagero si digo que el primer problema de verdad que he tenido en mi vida es el de la belleza», dice Mizoguchi.
Resentimiento, inteligencia y belleza. También la hipocresía en un mundo aparentemente ideal, pero lleno de heridas.Yukio Mishima enseña de soslayo la decadencia de una sociedad que todavía conserva los rastros de la derrota de la Segunda Guerra Mundial.