Vas por la carretera y la velocidad de tu coche te permite ver a la derecha o a la izquierda (depende de la dirección hacia la que conduzcas) un conjunto de casas adosadas a medio hacer. Te dices que allí no hay vida, que la crisis, que un constructor inconsciente: la avaricia rompe el saco, se dice siempre por defecto, y miles de personas acabaron arruinadas por construcciones mal gestionadas por ambiciosos sin cordura.
Sí, las constructoras y la crisis imprevista dejó en su día decenas de vidas con la esperanza rota y sin el hogar feliz soñado. Era un cuento de hadas ¿Será eso posible? ¿Se cumplen los sueños? Habrá que escarbar entre los escombros abandonados para encontrar algo más que ratas.
Nunca. Y contesto a la pregunta de los sueños. Si uno pasa por la carretera y asiste al espectáculo del vacío, de los edificios a medio hacer, los cascotes polvorientos, papeles perdidos que vuelan, según la brisa, a la derecha a la izquierda, no puede más que imaginarse cosas horribles. La soledad, la sordidez, el abandono, la enfermedad por la soledad y la sordidez, y el abandono. Allí está todo lo peor. No puede haber otra cosa. O, tal vez, sí. Siempre cabe algo de esperanza en el vacío. ¿Por qué tendríamos que saberlo todo solo por el hecho de ofrecer el futuro al más negro pesimismo?
En Lejos, por fin hablo de la última novela de Rosa Ribas, está también lo cercano, el amor y la sorpresa. Aunque, ¿qué le vamos a hacer?, siempre se quedan muchas dudas sin resolver.
Lo que más me gusta de esta novela es la particular manera de ver las cosas de Rosa Ribas, su original y entera confianza en la descripción de cualquier cosa: un trozo de papel volando en la soledad de la tarde, una estatua, una mujer abandonada sin más por su marido. El amor sin imposturas. Que nadie espere una novela negra. Aunque, tampoco es imprescindible porque en algunos momentos lo parece.
Esta es la historia que se cuenta en la última novela de Rosa Ribas. El desconcierto de las casas abandonadas. El desconcierto de los que se obstinan por hacer su vida confortable en aquel lugar que cumplía sus sueños pero que en realidad es un erial.
Si has pasado por Toledo habrás visto desde la carretera aquel poblado abandonado por su constructor, me dice Rosa Ribas, Seseña salió en todos los periódicos. Ese nombre me suena, respondo. Durante un tiempo no se habló de otra cosa y en la actualidad hay otras cosas de las que hablar.
Gracias Isabel😚
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