Empecé a leer las primeras páginas de este libro de más de 1200 páginas un día de agosto de 2022, afectada por el COVID, que se portó bien conmigo, y lo acabé un día de junio de 2023. Muchos meses para adentrarme en el libro más especial y fascinante que he leído en mucho tiempo. Así que no quiero acabar este año sin decirlo. Este ha sido el año en el que acabé de leer La broma infinita, de David Foster Wallace.
Pocas veces se ha visto una novela con tantas instrucciones para leerla. Mucha gente, expertos en Foster Wallace, explican cómo entender el mundo de los Incandenza y la Academia Enfield de Tenis, en Massachusetts. Sí, Julio Cortázar dejó un mapa para leer Rayuela y a París, Buenos Aires, la Maga… Pero también Avril, Orín, Mario, Hal. ¿Por qué relaciono obras literarias tan diferentes? ¿Lo son? La complejidad y referencias sin límite une a los lectores y a esos «expertos» que explican cómo leer las páginas que ellos no escribieron.
Cierto día escuché a Rodrigo Fresan contar que él tuvo la oportunidad de leer unas pruebas de La broma infinita, de David Foster Wallace antes de su publicación en 1996. Tuvo la oportunidad de hablar con el autor, al que conoció en una Feria del Libro de Buenos Aires. Pero La Broma infinita no tiene nada que ver con Buenos Aires, ni con nada que tenga que ver con el español, lo hispano, lo latino, ni siquiera lo europeo. Es tan norteamericana, que el mismísimo Foster Wallace se sintió obligado a justificarse. Amaba profundamente la literatura, y eso abarcaba los más lejanos rincones del Universo.
David Foster Wallace era un hombre complicado, con diferentes líneas de pensamiento. No entendía por qué se calificaba su trabajo como «divertido». ¿Divertido? «Es un libro triste», dijo. O no es triste un mundo que se destruye a sí mismo. Una sociedad en perpetua crisis, que no es capaz de cobijar a la gente que se pierde en su propio laberinto.
Hablamos sobre el infinito y una broma. Sobre los Estados Unidos, personajes disparatados y reales, como una burla de sí mismos ¿O es una crítica descarnada?.
La broma infinita, de David Foster Wallace, es una novela difícil. No es amable, ni sigue los códigos de ningún género. Pero, si aguantas, recibirás la recompensa, comprenderás que en la literatura no bastan las intenciones, sino el hecho de leer y escribir y describir otra mirada sobre el mundo y las cosas.
Si aguantas el desconcierto inicial, te convences de que, finalmente, has conseguido entrar en un mundo que te arrastra hacia la crítica descarnada y la compasión. En algún momento de la historia literaria se le llamó existencialismo, o realismo mágico: rama endiablada. Y, por qué no, real hasta los más pequeños detalles. Reales e irreales.
Pero empecemos por el principio: AÑO DE GLAD.
«Estoy sentado en una sala. rodeado de cabezas y de cuerpos. Mi postura es conscientemente congruente con la forma de mi dura silla. Es una fría habitación en la administración de la universidad con las paredes forradas de madera, con cuadros al estilo Remington, y ventanas dobles que la protegen de la canícula de noviembre. Los ruidos administrativos quedan aislados por la sala de recepción por la que acabamos de entrar el tío Charles, el señor DeLint y yo.»
Descubre más desde másde600páginas
Suscríbete y recibe las últimas entradas en tu correo electrónico.

