Uno ya sabe dónde se mete cuando lee un libro de Houellebecq. Esta es una afirmación que he leído en en la crítica que hacía Carlos Pardo en El País hace unos meses y con la que no puedo estar más de acuerdo.
Y si, en Serotonina como en otras de sus historias, Michel Houellebecq deja unas cuantas heridas abiertas. Pero poco importa, porque, después de todo, el lector habitual ya sabe que se va a dejar la piel si llega hasta la última página de una novela sobre la ruptura y el desengaño de un mundo que poco tiene ya que aportar a un personaje creado para poner sobre el tapete lo nocivo que pueden ser los anhelos frustados, la búsqueda de la felicidad y la vida facil.
Florent-Claude Labrouste se medica con Captorix, un antidepresivo que libera serotonina, una sustancia que le permitrá llevar una vida aparentemente normal pero que desarrolla efectos secundarios adversos. De todas maneras, eso carece de importancia para un un ser que ha decido que ya no tiene nada que aportar al mundo ni tampoco espera sorprenderse por nada. La felicidad o la desgracia son escenarios que no se plantean como objetivo o duda. Todo existe y, al mismo tiempo, se desvanece.
La escenografía de esta historia comienza a desarrolarse en Almería, nada raro, si tenemos en cuenta que MIchael Huellebeq decididió hace años establecerse en este paraíso del sur de España. Después nos llevará por rincones de una Normandía apetecible y secreta. Ahí vamos a encontrar una gastronomía excelsa y un mundo literario crítico y profundo.
Nihilista lúcido o misántropo. Huellebecq contruye un mundo lleno de amenazas, pero también de esperanza. Detrás del pesimismo de un intelectual que lo ha leído todo, renace una literatura nómada y feliz, viajera entre sus contradicciones. Así, podemos encontrar textos de Blanchot, escenas de Proust o una crítica feroz al mundo aparentemente conformista de Thomas Mann en la Montaña Mágica.
«Así pues, estaba en el estadio en que el animal envejecido, magullado y sintiéndome mortalmente herido buscaba una guarida donde terminar su vida.»