Salvador Espriu no era un hombre de escuela, no tenía maestros, no necesitaba alianzas. Era un hombre solo que miraba el mundo desde su propia atajo. Los auténticos poetas llevan estos relucientes vestidos, como un faro que ilumina su propia esencia. Alguna vez he oído decir que la poesía es algo más que literatura, o tal vez es eso y algo más o todas juntas. Ordenar la abundancia de sílabas, construir un todo y surgir de la nada para explicar lo que resulta más difícil de decir es una operación complicada.
«Me considero un hombre intuitivo, un» artesano de la lengua, que aprende constantemente, dijo Salvador Espriu, y con la máxima concentración y sin estridencias, dejaba esta sentencia: «estoy totalmente entregado al pueblo catalán, a la nación catalana, a mi lengua y a mi cultura». La huella de Espriu en la literatura catalana es fundamental e imprescindible, como lo son también Ramon Llull o Mercè Rodoreda.
Del cementerio de Sinera
Espriu era un hombre polifacético y su prosa era muy pura, enérgica y llena de movilidad, pero siempre lo he considerado sólo un poeta, tal vez porque se dedicó especialmente a escribir versos para eludir la censura de la dictadura franquista. «La censura no sabía de poesía», explicó a Josep Maria Espinàs en una entrevista en La Vanguardia. En su propio exilio interior, Espriu meditó largamente sobre la muerte y el paso del tiempo, que nos lleva hacia el único final posible. Ahora que ya descansa en su especial Cementerio de Sinera se siente el ruido de unas palabras que cantan: «Qué pequeña patria / rodea el cementerio! / Esta mar, Sinera, cerros de pinos y viñedos, polvo de riales. No quiero nada más, excepto la sombra viajera de una nube! «.
Salvador Espriu está enterrado desde 1985 en el cementerio de Areny de Mar. Ahora que se cumplen 25 años de su muerte, impresiona ver su lápida sin epitafio. La modestia del nicho del tercer piso de esta pared de cementerio demuestra que el poeta no necesitaba nada de la gente que dejó atrás. Sólo hay que leer su poesía, concentrada y adusta, como lo era él.
Salvador Espriu y Castellón, nació en Santa Coloma de Farners, pero vivió la mayor parte de su tiempo entre Arenys de Mar y Barcelona. En su mundo particular había creado su propia geografía: España, era el nombre judío Sepharad, Arenys era Sinera, y Barcelona, su Lavinia.
Este es un fragmento de la entrevista que hizo Joaquín Soler Serrano a Salvador Espriu en 1976 el programa de TVE A fondo .